Jugar
con los cuentos.
Por CE.RE.KA
1
Cambiar
el final de un cuento clásico.
Había
una vez tres cerditos vagos, rechonchos, lindos, sabrosos… al que su madre los
echó de casa porque la inflación no le permitía tener hijos en casa.
-
Joba, maldita inflación. - el hermano pequeño se quejaba porque ahora tendría
que cazar y no ser cazado.
-
Ya ves. Ahora los tres tenemos que hacer nuestra propia casa porque no me puedo
permitir un piso en Barcelona.
-
Pues nada, a hacer otra casa.
Los
tres cerditos empezaron a hacer tres casas en una meseta, pero a las pocas
horas se cansaron de trabajar.
-
Al cuerno, - gritó el cerdito del medio – paso de hacer una casa bien hecha,
mejor me hago una de paja.
-
Yo también estoy cansado, mejor hago una de madera, está de moda.
-
De verdad, es que sois tontos.
-
Bueno… ¿ y qué piensas hacer ?
-
Yo... ¡Pues yo ahorraré, ahorraré y una choza buena me haré!
A
los cerditos pequeños les daba igual el estado de su casa y se pusieron a
jugar. Entonces apareció el lobo, que tenía mucha hambre; la inflación no le
permitía pagar la carnicería, así que se fue de caza.
-
Hola cochinillos, marranos, lindos, guapos y sabrosos.
-
Ah, es el lobo. - los cerditos corrieron a la casa del hermano mayor, que para
entonces ya era toda una mansión, con la esperanza de refugiarse en su casa.
-
Ay, hermano mayor. Déjame entrar, por favor que el lobo nos quiere comer.
-
Refugiaros en vuestras casas sin licencia. - en cuestión de segundos, el lobo
se comió a sus hermanos.
-
Cerdito, déjame entrar.
-
Ay no, que eres el lobo, eso ni hablar.
-
Pues soplaré, soplaré y tu casa derribaré. - por más que sopló, el lobo solo le
hizo una grieta, pero el cerdo, que era más listo que nadie, le puso una
tirita.
-
No – exclamó el lobo – me has ganado. Y el lobo, sin nada más que decir se fue
con el rabo entre las patas, esperando a una niña con caperuza para indicarle
el camina hacia la casa de su abuelita.
FIN